Se puede sentir la presencia de Dios?
¿Alguna vez has sentido un susurro en lo más profundo de tu ser, un instante inexplicable donde el alma parece despertar? En la historia de la humanidad, millones han afirmado experimentar algo así, describiendo una presencia que trasciende la lógica y las palabras. Moisés escuchó a Dios en el desierto, Elías lo percibió en un murmullo suave, y los salmistas cantaron con lágrimas de gozo al contemplar su cercanía. Incluso hoy, hay quienes aseguran que un consuelo inquebrantable llega en los momentos más oscuros, una paz que no puede atribuirse a fuerzas naturales. Sin embargo, este no es un fenómeno limitado a tiempos antiguos ni a personas extraordinarias. Se manifiesta en lo cotidiano: en el silencio profundo después de una oración sincera, en la belleza inagotable de la creación, o en el perdón que no parecía posible. Algunos lo describen como una luz interior, otros como un abrazo invisible, y hay quienes simplemente lo nombran como un amor que todo lo llena. La experiencia de la presencia de Dios no se mide ni se encierra en conceptos humanos. Es una realidad que transforma, una percepción tan personal como el latir del propio corazón. ¿Qué ocurre en ese instante? ¿Qué significado tiene? Quizá la respuesta no esté en teorías o explicaciones. Quizá el verdadero misterio radica en el hecho de que se siente, y eso, en sí mismo, cambia todo.
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