Reflexiones sobre la pregunta: Cristianos y Musulmanes Adoran al Mismo Dios?

Al concluir este análisis de las concepciones de Dios en el cristianismo y el islam, afirmo con convicción las verdades fundamentales de la fe cristiana, al tiempo que respeto profundamente otras creencias. 

El corazón del cristianismo es la persona y obra de Jesucristo. Creemos que en Él, Dios se hizo completamente humano mientras permanecía completamente divino, ofreciendo salvación a la humanidad a través de su muerte y resurrección. Esta creencia no es simplemente un punto doctrinal entre muchos; es el eje sobre el que gira toda nuestra fe. Desde esta perspectiva, cualquier comprensión de Dios que rechace la divinidad de Cristo, como ocurre en el islam, debe ser vista no solo como diferente, sino en cierto sentido, incompatible con la revelación bíblica del Dios trino y amoroso.

Adherimos a la enseñanza bíblica de que la salvación viene únicamente a través de Jesucristo. "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). Este versículo no solo afirma la divinidad de Cristo, sino que también subraya la exclusividad de su papel como mediador entre Dios y los hombres. Aunque respetamos la sinceridad de los creyentes de otras religiones,  creemos que el acceso al Padre se hace posible solo a través de Jesús. 

El mandato de amar permanece central en cómo debemos interactuar con personas de otras creencias. Amar no significa comprometer nuestra teología; más bien, implica presentar nuestra fe con compasión, paciencia y audacia. El amor nos lleva a dialogar sinceramente, pero también a sostener con firmeza la verdad del Evangelio. Esto incluye el desafío de hablar con claridad y caridad sobre nuestras diferencias teológicas, sin ocultar o diluir las afirmaciones del cristianismo por miedo a ofender.

Como cristianos, estamos llamados a defender nuestra fe, especialmente en un tiempo donde las verdades bíblicas son a menudo cuestionadas o descartadas en favor de un relativismo cultural. Es muy importante que permanezcamos firmes en nuestra doctrina y claros en nuestra apologética, mostrando cómo el cristianismo ofrece respuestas profundas a las preguntas más significativas de la vida, la muerte y la existencia eterna.

Finalmente, mientras afirmamos con convicción nuestra fe, invitamos a todos, incluidos nuestros amigos musulmanes, a considerar las afirmaciones de Jesucristo no solo como un profeta, sino como el Salvador del mundo. Nuestra oración es que todos lleguen a conocer el profundo amor de Dios manifestado en Cristo, experimentando la paz y la esperanza que solo Él puede ofrecer.

En última instancia, estas reflexiones respetuosas son un llamado a vivir y compartir nuestra fe con una convicción renovada, sabiendo que el mensaje del Evangelio es tanto un regalo de amor inmenso como un desafío a seguir a Cristo con todo nuestro corazón, alma y mente.