“¿Jesús, Dios o un gran farsante? ¡La pregunta que no puedes ignorar!”
¿cómo puede alguien pasar de ser un simple maestro a proclamarse divino, hasta el punto de dar la vida por ello? Jesús se puso en el centro de la historia humana y se proclamó nada menos que Dios. No hay figura religiosa que haya afirmado tal cosa y logrado convencer a tantos. Cada palabra suya sonaba definitiva, sin correcciones ni mejoras. Si él no era Dios, entonces tenemos frente a nosotros el mayor y más convincente de los personajes de la historia. Cuando fue enjuiciado, la acusación fue contundente: blasfemia. No por un acto, sino por sus afirmaciones. Decir que tenía el poder de Dios en una cultura tan estrictamente monoteísta era escandaloso. Y cuando le preguntaron, Jesús no se retractó. No negó el título de Hijo del Hombre ni el de Hijo de Dios. Su confesión provocó que el Sumo Sacerdote rasgara sus vestiduras, una reacción de indignación ritual ante lo que consideraba una blasfemia. En este juicio, la identidad de Jesús era el verdadero asunto: ¿era realmente Dios o si...